Testimonio de María Cristina Polich de Dortignac (Chaco)

Me llamo María Cristina Polich de Dortignac, tengo 39 años, 2 hermosas hijas y mi esposo Juan Carlos, por quien no me canso de dar gracias a Dios.
En el año 2005, comencé a experimentar en mi cuerpo mucha fiebre y dolores en las articulaciones. Todo cambió dentro de mi hogar, a ser una persona que hacía todo, ahora debía depender de mis pares, mi esposo comenzó a refaccionar mi hogar para que yo pueda manejar mi cuerpo porque para bajarme de la cama, lo hacía arrastrándome como un gusano. Todo ese año, los distintos doctores que consulté no daban en el diagnostico de base. Dios siempre me cuidaba, no permitió que me medicaran con lo que ellos creían que tenía (lupus, tuberculosis, cáncer en la sangre, artritis reumatoidea).
Llegó el año 2006 a causa de una fístula personal, salió a la luz lo que tenía “esclerodermia sistemática”, es una enfermedad que influye en el sistema nervioso central y es muy agresiva, ataca los órganos vitales (corazón, pulmones, hígado, riñones, la piel). A mi el efecto fue en las manos, en los maxilares de la boca, infecciones, pérdida del peso, mucho dolor en las articulaciones.
Desde allí el tratamiento fue de quimioterapia oral y otros medicamentos, aún para la anemia crónica que se produjo a causa de la enfermedad.
El Señor está en todos los detalles de mi vida, sé que él es fiel en completar lo que comenzó en mi y mi familia. Me prendí de sus promesas y juramentos y los creo y confieso declarándolas.
Realmente la esclerodermia es una enfermedad agresiva, pero Jesús venció en la cruz del calvario, venciéndola. Me apropié de Isaías 53: 4-5 y las palabras del apóstol Pablo en II Co. 12:9-10.
Desde que supe que venía el Pastor Mariano Pierini y su esposa, sabía que recibiría el 2º toque del Señor.
Ese primer día viernes de milagros, el 20-01-12, la alabanza en la cruz, es la vida de mi alma, el Espíritu Santo me ministraba con su preciosa presencia. A la mañana fui al hospital para ser atendida por la Dra. Especialista en reumatología. Allí ella me explicó que mis pulmones estaban un poco deteriorados y me cambiaría la medicación de quimioterapia. Fue un golpe muy duro para mi carne el tema de los pulmones. “Mi vida le pertenece el Señor” esa fue la frase vez tras vez venía a mi mente, mientras la Dra. me hablaba.
Esa noche cuando el Pastor llama a los enfermos, él ora por mí y experimenté que yo estaba acostada en una camilla y el Señor me operaba colocándome pulmones nuevos, me quemaba adentro un fuego, mi corazón se aceleraba pero recibía sanidad, experimenté quebrantamiento, Cristo en nosotros esperanza de gloria.
Creo y confieso que ya tengo pulmones nuevos y un corazón rendido a su voluntad.